A dos horas de Santiago de Chile está Isla Negra. Sus
calles ondulantes de tierra e improvisadas aceras combinan perfectamente con
los pinos robustos y antiguos que rodean la comunidad, al igual que las
pequeñas casas de los pescadores. De clima mediterráneo con temperaturas
moderadas y escasez de lluvias, la tupida vegetación es lo primero que se ve en
este gran recinto que vive del turismo inspirado por ser el lugar donde el
Nobel de Literatura Pablo Neruda construyó su sueño de casa frente al mar para
escribir "Canto General". Desde entonces todo el ambiente de Isla
Negra huele al poeta. Su rostro y sus versos se replican en avenidas, posters,
souvenirs y esculturas. Todo en el marco de ese mar azul tan intenso que a
ratos parece ser negro, la brisa salina que golpea el rostro y las incesantes
olas que rompen en las rocas de la orilla de la costa central del Pacífico.
Lo que antes era su refugio junto a Matilde Urrutia,
última esposa y musa de tantos de sus poemas, hoy es el “santuario” de Neruda e
inicia al cruzar dos pequeños arcos hechos de piedra. Una vez ahí, se observa
una casa gris donde al fondo hay un campanario en forma de estrella. Al
analizar con detenimiento la estructura, es notable la manera en la que el
contratista plasmó las instrucciones básicas dadas por el autor: una torre, una
chimenea y un gran ventanal con vista al mar.[i] Fue precisamente gracias a
eso que expertos afirman que los escritos creados en Isla Negra fueron los más prolíficos
de su carrera. No es para menos, pues todo su entorno tenía ese toque bohemio y
nómada que siempre lo caracterizó. El lugar, que ahora es un museo de la
Fundación Neruda, está invadido por sus colecciones de implementos marineros,
mascarones de proa, botellas, fósiles, barcos embotellados, pinturas, libros, caracolas
y demás elementos que lo transforman en un sitio mágico y acogedor donde
incluso se pueden leer borradores originales del autor.
Pero la visita a Isla Negra no acaba sin antes observar
con romanticismo la orilla donde juntos para la eternidad reposan Pablo y
Matilde. Para quienes conocen de cerca la obra, vida y trayectoria de Neruda, ver
la placa con sus nombres es la confirmación máxima de que se cumplió su
voluntad: “Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a
cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a
ver...”
[i] “El
océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande,
desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a
mi ventana”.
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