Hace 2-3 meses alguien me aconsejó que mande todo al carajo, me
suelte un poco y aprenda a ser feliz de otra forma. Encerrada en el diminuto y
conformista mundo que con esfuerzo y tiempo había construido, sus palabras me
generaron no sólo sorpresa, sino además confusión. No entendía de qué hablaba
esta persona loca e impulsiva que sin meditación ni vergüenza me
hacía sutilmente dudar de lo que hasta ese entonces lo significaba todo para
mí: la estabilidad. Pues sí, era y tenía lo que necesitaba para caminar
tranquila por la vida sin preocuparme, o al menos fingir que era así.
¿Para qué diablos necesitaba cambiar algo con lo que me sentía cómoda? No, es
que no era posible. ¿Este “ser” apenas me conocía e ingenuamente creía que con
su aplastante actitud de sabelotodo paralizaría MI mundo así como lo hacía con
el resto? Repito y enfatizo: No, es que no era posible.
El tiempo pasaba y aún encerrada en mi burbuja, no me daba cuenta
de que realmente era yo quien tenía la actitud de sabelotodo. Sentía que después
de todo lo vivido y padecido, el lugar en el que estaba era justa y
precisamente correcto. No existía un plan B de contingencia ni manera de editar
lo que consideraba ya escrito en el destino… no hasta que me estrellé con la
realidad de que aquello que tenía frente a mí ya no era suficiente. ¿Por qué
tenía que serlo si yo podía mandar todo al carajo, soltarme un poco y aprender
a ser feliz de otra forma? Fue así como después de mucha meditación y sobre
pensamiento, comprendí que mi vida antes de todo lo que soy ahora, era
simplemente un estado de comodidad. Y eso no podía significar otra cosa que
lamentablemente de nada habían servido todas las experiencias que acumulé en el
camino porque a través de mi lema de que “todo saldrá bien” eliminaba
automáticamente todo sentimiento de malestar para que nada estorbara mi momentánea
utopía.
Pero desperté del letargo y reaccioné para tomar como credo un fragmento
de mis adorados y Nerudianos Versos del Capitán:
“Si consideras largo y loco el viento de banderas que pasa por mi vida y te
decides a dejarme a la orilla del corazón en que tengo raíces, piensa que en
ese día, a esa hora levantaré los brazos y saldrán mis raíces a buscar otra
tierra.” Y así lo hice porque entre lágrimas y decepción descubrí que "las promesas se rompen, las palabras se olvidan, el
respeto se pierde y el tiempo contamina hasta al más verdadero de los cuentos
de hadas".
Con algo de suerte, muchas coincidencias y bastante esperanza en
el presente y futuro, hoy vuelvo a creer en que las promesas las cumple quien
realmente valora lo que tiene, conserva su palabra el que es fiel a sus
principios, siembra respeto aquel que nunca ha sabido cómo actuar diferente y finalmente,
hoy vuelvo a creer en que el tiempo me enseñará a escribir mi propio cuento de
hadas, esta vez fabricado con un ápice de ilusión y abundante realidad para que
la felicidad sea verdadera y no una simple y conveniente comodidad.
Y a ti, el "ser" que alguna vez me aconsejó semejante disparate, muchas gracias por enseñarme el camino hacia el carajo :)
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